jueves, 3 de junio de 2010

Narración ficticia 3

En el siglo XVII grupos de protestantes ingleses emigraron huyendo de las constantes guerras y la intolerancia religiosa que dominaban la vida europea y se establecieron en la costa oeste de Norteamericana, pronto los siguieron otros grupos protestantes de Escocia, Alemania, Irlanda, Holanda, Suecia y Francia.

Para el siglo XVIII eran 13 las colonias inglesas ubicadas en América, en un terreno lleno de materiales preciosos, bosques, ríos y grandes extensiones de tierra apropiadas para la agricultura y la ganadería.

Al principio las colonias rivalizaron por diferencias religiosas y límites territoriales; pero la necesidad de defenderse de la corona de Francia y los nativos, hicieron que poco a poco surgiera un sentimiento de unidad entre ellos.

En el norte, los propietarios dividieron sus tierra y las rentaron a agricultores o se formaron pequeñas granjas familiares. En cambio en el sur se crearon enormes plantaciones cuya producción dependía del trabajo de negros que habían sido secuestrados en África y embarcados a América cómo esclavos.

Gracias al comercio de las colonias con Inglaterra y otros países europeos; en los puertos surgieron ciudades importantes como Filadelfia, Boston, Nueva York y Charleston. En tanto que numerosas granjas y otras poblaciones pequeñas se fueron creando como resultado del avance de los colonos hacia el oeste.

Los colonos ingleses rechazaban el autoritarismo y absolutismo; su organización política era una forma de autogobierno que les permitía organizar juntas para aprobar a sus representantes y aprobar leyes. Luego de un primer periodo de tolerancia, los reyes ingleses impusieron leyes e impuestos que los colonos rechazaron con tanta determinación que los llevaría a conquistar su independencia.

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